Actualmente, y desde hace ya un cierto tiempo, en el mundo educativo existe un vivo debate sobre cuál es la mejor metodología para aplicar en el aula. Tradicionalmente, han sido las diferentes tendencias o paradigmas educativos los que han ido aportando su granito de arena al debate, introduciendo nuevas ideas, perspectivas de otros ámbitos y, sobre todo, estudios y evidencias de que las propuestas que ofrecen son realmente aplicables y beneficiosas para el aprendizaje.
Fruto de este debate, la idea de aprendizaje ha ido evolucionando, cambiando y progresando hasta nuestros días, y actualmente podemos afirmar que el paradigma del aprendizaje competencial goza de la confianza de la mayoría de profesionales de la educación. Así, el debate actual se centra, entre otros aspectos, en la mejor manera de conseguir personas competentes en determinados ámbitos.
En este sentido, uno de los campos que se ha incorporado recientemente al debate es el de aquellas ciencias que tratan de averiguar el funcionamiento del cerebro. Fruto de sus investigaciones, la neurociencia ha hecho algunos avances significativos para dar respuesta al gran vacío de conocimiento que existe sobre este órgano. Algunas de estas respuestas van enfocadas a tratar de conocer con más detalle el proceso de aprendizaje.
A pesar de que aún no se conoce a la perfección el funcionamiento de este proceso, la neurociencia sí parece capaz de dar algunas claves e ideas interesantes que nos pueden ayudar a mejorar nuestra metodología de enseñanza y aprendizaje y así poder decidir cuál es la mejor para aplicar en el aula.
Si nos acompañáis, a continuación os presentamos algunas de las más interesantes:
Emoción y aprendizaje
El aprendizaje funciona mejor cuando va ligado a ciertas emociones. Algunas, como el miedo o el estrés, son contraproducentes y pueden afectar a la adquisición y a la calidad de los aprendizajes, pero emociones agradables, como la alegría, son beneficiosas. De todas ellas, la emoción más provechosa para el aprendizaje es la curiosidad, porque pone rápidamente en alerta al cerebro y activa el foco en lo que se está trabajando.
¿Cómo tenerlo en cuenta metodológicamente?
Una buena manera de incorporar el poder de la sorpresa y la curiosidad en nuestras propuestas de aprendizaje es tratar de tener en cuenta cómo realizamos la presentación de los contenidos a trabajar. En una propuesta de actividades basada en el aprendizaje competencial, esto se consigue partiendo de una situación problema, la cual propone, de forma habitual, a los alumnos un reto, una pregunta, algo que deben resolver mediante los conocimientos que ya tienen y, más importante aún, los que deben alcanzar. Este modo de iniciar un proceso de aprendizaje ayuda a despertar la curiosidad de los alumnos. Si somos más atrevidos, se podría llevar a cabo algún tipo de dramatización para poner en contexto esta situación, pedir la ayuda de los alumnos, convertir la clase en una agencia de detectives… Todo para ayudar a sorprender a los alumnos. La sorpresa lleva a la curiosidad, la curiosidad despierta la motivación y la motivación fomenta el aprendizaje.
Aprendizaje social
Otra de las aportaciones más interesantes que nos llega desde el campo de la neurociencia es la forma en la que el cerebro parece estar preparado para interactuar con otros cerebros. Así, en el momento de interactuar y colaborar con otras personas se activan muchas más áreas cerebrales que para tareas de tipo individual, lo que hace que al cerebro le guste la interacción y funcione mejor en compañía de otros cerebros.
¿Cómo tenerlo en cuenta metodológicamente?
En cuanto al componente social del aprendizaje, podemos incorporarlo gracias a los principios del trabajo cooperativo. En este caso, existen diversidad de estrategias metodológicas y estructuras cooperativas que aseguran que las interacciones entre los alumnos se llevan a cabo de modo realmente beneficioso para el aprendizaje. Así, incorporando estos principios a nuestras propuestas de aprendizaje podemos no solo enriquecer el aprendizaje de los alumnos, fomentando habilidades y capacidades sociales, sino que además ayudamos a activar gran número de áreas cerebrales en la cabeza de nuestros niños que ayudarán a que el aprendizaje obtenido sea de mejor calidad.
Las funciones ejecutivas
Finalmente, el ámbito de la neurociencia también nos ofrece su propuesta sobre cómo se define una persona competente para llevar a cabo una vida plena en términos relacionados con las funciones ejecutivas. Según esta propuesta, la educación debería conseguir personas capaces de:
- Planificar varios futuros alternativos.
- Reflexionar sobre sus pros y contras.
- Tomar decisiones encaminadas a alcanzar estos futuros.
- Adecuar su comportamiento para llegar a los objetivos fijados.
Es decir, las funciones ejecutivas que se deberían fomentar en todas las etapas educativas son la planificación, la reflexión, el análisis y el control emocional (capacidades básicas para adecuar sus comportamientos ante de cualquier situación).
¿Cómo tenerlo en cuenta metodológicamente?
Para poder ayudar a los niños y niñas a trabajar e ir mejorando, con el tiempo, en el uso de estas funciones ejecutivas, es importante incorporar actividades que permitan su puesta en práctica. Es por ello que es importante que en las metodologías globalizadas que tienen en cuenta un aprendizaje competencial, como el Trabajo por proyectos, se cuide que en la fase inicial de la secuencia se dé tiempo a los alumnos a planificar las tareas que se llevarán a cabo. De este modo, los alumnos pueden elegir uno u otro plan de acción, analizar ventajas y desventajas e identificar las tareas que les ayudarán a lograr el aprendizaje esperado. Todo este proceso, evidentemente, debe ser guiado por el docente hasta que, poco a poco, los alumnos vayan cogiendo destreza en su aplicación. También hay que tener en cuenta que el análisis y la reflexión sobre si las acciones que se están llevando a cabo están consiguiendo los frutos esperados se deberán ir revisando durante el resto de fases de la secuencia aprendizaje.
Pero entonces, ¿cuál es la mejor metodología para aplicar en el aula?
Como hemos visto hasta ahora, no hay una única metodología educativa que dé una respuesta integral a la pregunta que nos hacíamos al principio de este artículo. La idea sería, por lo tanto, enriquecer nuestras propuestas de aprendizaje con ingredientes variados de diferentes metodologías:
- Actividades que fomenten la sorpresa y la curiosidad, de modo que se pueda presentar el tema o contenido a trabajar de forma motivadora y, sobre todo, busquen activar la motivación de nuestro alumnado.
- Tratar que las propuestas de aprendizaje que preparamos integren también actividades en grupo, y a ser posible que cumplan los principios del trabajo cooperativo, ya que, por su tipología, aseguran interacciones beneficiosas para conseguir un aprendizaje duradero y de calidad.
- Durante las propuestas de aprendizaje, ofrecer a los alumnos la posibilidad de planificar, elegir un curso de acción de entre varias opciones y adecuar sus acciones para alcanzar un objetivo. La fase inicial de la mayoría de metodologías globalizadas ya contempla esta posibilidad, y es por ello que son un gran acierto a la hora de elegir los principios de esta metodología de aprendizaje.
Como veis, no podemos hablar de la mejor metodología para aplicar en el aula, sino que de entre todas las que tenemos a nuestro alcance, elegir varias y tratar de adaptarlas para dar respuesta a las necesidades de nuestra aula.
Más información:
- Kahneman, D. (2013). Pensar rápido, pensar despacio.
- Lázaro, C. (2019). Cómo aplicar la neuroeducación en el aula.
- Ruiz, H. (2020). ¿Cómo aprendemos?